Semanas atrás, conversamos sobre la explosión en la compra de tableros de ajedrez que generó la famosa serie de Netflix “The Queen’s Gambit”. La estética, la puesta en escena, el brillo de los tableros de madera envueltos en una historia sobre una niña prodigio del ajedrez cautivó a millones y sembró un interés que no existía, o desarrolló uno que estaba latente.
Ese es el poder del marketing de contenido: un mensaje envuelto en entretenimiento. La idea de adquirir o consumir algo se funde con el storytelling y termina motivando una relación sentimental más poderosa que la información por sí sola.
Como “The Queen’s Gambit” hay muchos ejemplos recientes y adaptados al consumo de contenido moderno: el streaming. De hecho, tenemos la suerte de que una misma marca nos muestra los efectos del marketing de contenido por dos vías diferentes.
En Francia, la exitosa serie Lupin impulsó el interés sobre los zapatos Air Jordan de Nike. Una de las protagonistas utilizaba las zapatillas durante la serie y en la semana de estreno las búsquedas en Google de los “Air Jordan” subieron un 36%. Una historia y millones de euros en ventas.
Por otro lado, el marketing de contenido no solo lanza marcas, sino que transforma otras que ya alcanzaron el éxito en un determinado mercado. En Francia, podemos argumentar que las Air Jordan no son el común denominador, pero en Estados Unidos sí lo son. Sin embargo, a principios de año, el documental “The Last Dance” relanzó la marca Air Jordan, la cual ya tenía un público cautivo, pero mediante la biografía y narrativa del legendario Michael Jordan generó un redescubrimiento de la marca, sus valores y su filosofía.